Alto en sedentarismo

Empiezo por el final, una llamada a la acción: “muévanse, caminen, jueguen, preocúpense por conocer y desarrollar el potencial de su cuerpo”.

Me surgió la idea de decirlo al principio ya que, hace mucho quería escribir sobre esto y no me aguanto pegar el grito en el cielo. El sedentarismo es un problema que viene desde mucho más atrás de la pandemia, esta llegó para poner las problemáticas importantes del mundo sobre la mesa, haciendo imposible no darnos cuenta que necesitamos movernos por el bien de nuestra salud.

El cuerpo está diseñado para adaptarse a nuestra actividad física, a tal punto de que, si tenemos un trabajo extenuante nos volveremos más fuertes o resistentes y si no somos físicamente activos, los músculos se atrofiarán para gastar la menor cantidad de energía y acondicionarse a un nuevo régimen donde no hay movimiento.

Entonces, ¿Cómo afecta el sedentarismo a nuestro cuerpo?

El problema con esta adaptación es que al atrofiarse, los músculos disminuyen su flexibilidad y fuerza, impactando en la postura, provocando compensaciones y contracturas musculares dolorosas. El concepto clave para entender esta reacción en cadena es el Rango de Movimiento, es la cantidad (en grados) en que se mueve una articulación. Por ejemplo, si estamos de pie y levantamos nuestra rodilla hasta la altura de la cadera decimos que su rango es de 90 grados.

 Regresando a la reacción en cadena:

1º) Al no movernos disminuye nuestra flexibilidad. Al tener menos flexibilidad nuestra postura cambia, disminuyendo el Rango de Movimiento que necesitamos para mantener, por ejemplo, las curvas naturales de la columna.

2º) Cuando alteramos las curvas naturales de la columna (aumento de curvatura, rectificación o desviación) disminuye nuestra fuerza, ya que necesitamos un Rango de Movimiento óptimo para activar nuestros músculos y generar movimiento.

3º) Cuando disminuye la flexibilidad y la fuerza, el cuerpo genera compensaciones, quiere decir que si no podemos utilizar un grupo muscular, nuestro cuerpo utilizará otro para hacer esos movimientos que no le corresponden, aumentando el riesgo de lesión.

Por ejemplo, si perdemos flexibilidad en las piernas y glúteos, nuestro cuerpo compensará utilizando los músculos lumbares (de la espalda baja) para hacer la fuerza que deberían hacer las piernas, provocando una sobrecarga y dolor en la zona. 

La lumbalgia (dolor de la zona lumbar) es la lesión que, por estadística, la tenemos todos los humanos en promedio 3 veces a lo largo de nuestra vida. De mi experiencia como fisioterapeuta y entrenador es la lesión que he tratado en más ocasiones, y aunque sea provocada por un accidente, el dolor empieza a brotar por periodos prolongados (años) de tener una postura incorrecta junto con sedentarismo.

La realidad es que cuando somos pequeños nadie nos enseña a reconocer nuestro cuerpo, a entender por qué y cómo se mueve. No hablo de profundizar en conocimientos de anatomía ni biomecánica, sino de darnos herramientas básicas para evitar lesionarnos y poder vivir sin dolor y aminorar el riesgo de desgaste articular.

Como adultos o personas responsables nos toca a nosotros aprender a reconocer y entender el cuerpo con la ayuda de un profesional. Y si lo hacemos por nuestra cuenta, que sea con mucho criterio y paciencia, entendiendo que todos los cuerpos son distintos, todos respondemos de manera distinta a estímulos iguales. 

Para empezar este camino siento que es necesario cultivar nuestra tolerancia a la frustración y la perseverancia, recordemos que al empezar a reconocer nuestro cuerpo, empezaremos a familiarizarnos con sensaciones que antes no teníamos registradas y la cantidad de información sensorial puede abrumarnos.

Nos conectaremos con nuestra fuerza, nuestra resistencia, flexibilidad… Pero también con el dolor, con la incomodidad, con la frustración de no poder hacer algún movimiento que nos salía hace algunos años.

Para acostumbrarnos a reconocer el cuerpo un poco más por día, recomiendo aumentar la cantidad de actividad física, que puede ir desde caminar a la tienda o utilizar las escaleras en vez del ascensor, identificando al cuerpo, si nos sentimos cansados, con energía, cómo está nuestra postura al momento de movernos o si sentimos algún dolor. 

El empezar este camino nos ayuda no solo corporalmente, sino que al empezar a reconocernos también nos enfrenta a comunicar nuestros límites, a entender desde otro ángulo nuestros gustos y preferencias y por qué no, a reinventarnos o profundizar en quienes somos. 

El cuerpo es una antena y un instrumento, nos podemos apoyar de nuestra consciencia corporal para entender nuestras emociones, profundizar en nuestra interacción con el mundo y hacer valer nuestra voluntad, el cuerpo es nuestro vehículo de manifestación de lo que somos, deseamos o necesitamos.

Habiendo dicho todo esto, tiene más sentido mi llamada a la acción del principio: “muévanse, caminen, jueguen, preocúpense por conocer y desarrollar el potencial de su cuerpo”.

Autor: Rubén Hidalgo 

Nutricionista

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